lunes, 2 de octubre de 2017

Emociologías: la fuerza del prejuicio


Un prejuicio (RAE: Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal) viene a ser algo así como lo que la psicología llama un pensamiento automático (Los pensamientos automáticos son aquellos que surgen en forma espontánea, son muy breves y hasta pueden no reconocerse, a menos que se ayude al paciente a registrarlos)

Incluyo la versión psicológica ya que resalta dos facetas que me resultan interesantes:

 1- Los prejuicios son espontáneos, producen sensaciones e imágenes que automáticamente nos aparecen en la mente

 2- Pueden no reconocerse por parte de quienes los padecen. Se confunden con la realidad. Quien asocie perro con agresividad, creerá sinceramente que los perros que ve se están comportando amenazadoramente.


Las campañas de propaganda, aparte de los mensajes racionales que puedan contener, suelen buscar insertar pensamientos automáticos en la sociedad. Por lo tanto, cuando estos son negativos, directamente despliegan prejuicios. De ahí que a la publicidad se le marquen límites.

Dado que la democracia basa su funcionamiento en la competición entre partidos, es habitual que las campañas políticas busquen desplegar prejuicios en la sociedad. Lanzan constantemente ideas de enganche automático contra sus contrincantes (el nacionalismo es egoísta, la izquierda es destructiva o la derecha es ladrona). Y, puesto que la reacción al prejuicio es automática, no es extraño que quienes despliegan las campañas se contagien ellos mismos los prejuicios que siembran

De esta forma, el seguidor infectado por los prejuicios sentirá automáticamente placer al rodearse de los propios y, sobre todo, desagrado e incluso odio frente al adversario.

Esta es la base de la propaganda de todas las ideologías frentistas, de todas las emociologías. Por eso sus seguidores parecen moverse más por emociones que por razones. ¡Qué difícil convencer con razones de que algo es perjudicial cuando te hace sentir bien! ¡Cómo escuchar abiertamente a quien sabemos malo de antemano!

Los prejuicios son también lo que permite colaborar a partidos opuestos. Se pueden tener ideologías distintas pero compartir prejuicios. A veces para bien, por ejemplo, para arrinconar a partidos destructivos (terroristas, racistas...), a veces para mal, marginando a partidos o sensibilidades sociales que merecen respeto. Por ejemplo, la base de la colaboración de la izquierda y el nacionalismo es una colaboración en prejuicios, no en ideología: el nacionalismo apoya el prejuicio de que la derecha es mala y rancia (incluso en perjuicio de los propios nacionalistas de derecha) y la izquierda apoya el prejuicio de que España es desagradable y agresiva (incluso en perjuicio de la izquierda del resto de España).

También explica que muchas personas apoyen inconscientemente los prejuicios de partidos a los que se oponen. No es raro ver a personas que se oponen al nacionalismo repetir sus prejuicios contra el PP o contra España, incluso se ve hacerlo a los propios votantes del PP. No pueden evitar percibirlos como desagradables, la razón y la emoción les marcan direcciones opuestas.

Nos guste o no, esto es una realidad. Por eso necesitamos que la democracia incorpore mecanismos higiénicos que nos protejan de los manipuladores. Por eso el derecho a decidir, la democracia directa, el multiculturalismo (frente a interculturalismo), los mandatos ilimitados ... necesitan ser manejados con restricciones, con reglas. Porque si se eliminan las barreras de la democracia, las reglas, la ley, quedamos desnudos frente a la manipulación emocional, vulnerables.

Este es también el gran mérito de algunas organizaciones como ¡Basta Ya!. Nacida de la izquierda filonacionalista, fue capaz de combatir sus propios prejuicios y buscar una visión emocionalmente nueva, libre de prejuicios, #EmoFree. Evitando tanto los prejuicios de la derecha como los de la izquierda. Incluso, a pesar de definirse como bastión frente al nacionalismo obligatorio, abrió la puerta a aquellos nacionalistas que no incorporasen tics autoritarios, que desarrollasen un nacionalismo respetuoso con quienes no lo son. En ¡Basta Ya!, Joseba Arregi (PNV), Nicolás Redondo (PSE) y Mayor Oreja (PP), pudieron ir de la mano sin renunciar a su origen.

Y esta idea de apertura de mente (o de corazón, según se vea), de búsqueda de soluciones constructivas y libres de prejuicios, es la que me animó a interesarme por la política. A cambiar de enfoque y buscar modelar la política desde ese prisma, que creo encaja con el principal problema hoy día en las democracias. Es lo que me movió a escribir:








1 comentario:

  1. Educar es una tarea compleja y difícil, que exige mucha preparación y trabajo ya que busca dar una formación completa de la persona.

    Adoctrinar es menos complejo ya que pretende enseñar menos, tan sólo una teoría más o menos amplia. Pero sigue siendo difícil, trabajoso y mal que bien razonado.


    Sin embargo sembrar prejuicios es sencillo y efectivo. Por eso es lo que realmente se utiliza en política. Consiste provocar animadversión frente a alguien o algo.


    Podríamos decir que no son infrecuentes los gobernantes que reciben la responsabilidad de organizar la educación pública, sienten la duda de si es correcto introducir parte de su doctrina y acaban cediendo a la tentación de sembrar prejuicios que les beneficien frente a sus adversarios.

    Es la herramienta básica de populismos y nacionalismos.

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